El
pasado mes de octubre decidí secundar las protesta en defensa de la educación
pública convocadas a nivel estatal por el inexistente en Almería Sindicato de
Estudiantes. Lo hice porque creo que la educación pública es un derecho del que
yo hasta ahora he disfrutado y que de no serlo, no me hubiera sido posible. Lo
hice por mi derecho a la educación pública, por el de mis futuros hijos, y por
supuesto, también por el de los hijos de los agentes que me “propusieron para
sanción”.
Ellos no ponen multas. Ellos solamente redactan los informes tras haber
identificado aleatoriamente a personas que, estuviesen en la protesta o
simplemente pasasen por allí, se cruzasen en su camino y “lo pasan a la
subdelegación de gobierno para que haga lo crea conveniente”. Tan solo son un
eslabón más de una cadena que tiene grabadas las palabras REPRESIÓN
INSTITUCIONAL. ¿Tan culpables como cualquier otro de los que la hacen posible?
En mi opinión sí.
El caso es que el pasado mes de diciembre recibí una notificación en casa en la
que se me informaba de haberse iniciado un expediente administrativo a causa de
esto. Lleno de errores, de manipulaciones, de mentiras y de exageraciones, pero
sobretodo de odio y ganas de desmovilizar a la gente. El día en que escribo un
artículo, y después de presentar un escrito de alegaciones de más de 8 páginas,
varias capturas de redes sociales que desmienten las acusaciones y las
declaraciones juradas de tres testigos que aseguran que ni mucho menos fui organizador
de la protesta, he recibido la resolución de este; una copia prácticamente
calcada de la notificación inicial (incluso con los mismos errores de forma)
que ni siquiera hace alusión a las pruebas anteriormente citadas.
En ningún momento en las jornadas indicadas se me identificó. Es más, desde una
protesta organizada por acampadaalm en la puerta de la diputación de Almería,
allá por julio de 2011, ningún agente policial me ha identificado, ni en una
protesta ni en otro lugar. “No necesitamos identificarle para saber que es él”
le decía un integrante del cuerpo en la ciudad a una persona que se interesó
por mi caso. Debo ser famoso en esta ciudad y yo no me he enterado. ¿O quizás
no es cosa exclusiva de la subdelegada del gobierno de Madrid eso de hacer una
lista con “potenciales delincuentes” integrada por cientos de personas que
participan activamente en movimientos sociales? No lo sé. Lo que si se es que
defender los derechos de la ciudadanía sale bastante caro: a mí en concreto por
400€ que, siendo estudiante y con una situación en casa tan compleja como la de
otros 6 millones de hogares en nuestro país, me serán difíciles de afrontar.
Pero mi pregunta es, ¿Cómo es posible que en una manifestación convocada
estatalmente y difundida a través de las redes sociales, en la que la policía
no solo no informa a los asistentes de que no ha sido autorizada, sino que
además les escolta y abre paso a medida que avanzan, yo tenga que informarme de
si esa convocatoria cuenta con los permisos pertinentes o no? ¿Y de qué manera
podría yo obtener esa información? Al igual que el resto de estudiantes que en
esos días nos dimos cita, yo no tenía constancia de que esa manifestación no
estuviese autorizada. Ningún agente policial u otra autoridad nos informó de
que estuviéramos cometiendo una infracción. Aun así, si se me acusa de ello en
el expediente administrativo a mí, la única persona de las 600 que asistieron
que ha sido propuesta para sanción. La única. Raro, ¿No?
Por desgracia, no soy el primero al que han multado aleatoriamente a modo de
aleccionamiento. Algo me dice que tampoco seré el último. Eso sí: hace mucho
tiempo decidí que entre quedarme en casa viendo como “españoles de bien” como
Bárcenas se va de rositas mientras recortan 5.000 millones en la educación
pública, o salir a la calle a reclamar mis derechos como ciudadano español y ejercer
un derecho fundamental recogido en nuestra constitución como es el de derecho
de reunión, elegía lo segundo.
Sus multas no me van a parar. Algún día habrán merecido la pena.
Mucho ánimo Juan! Si fuisteis 600 en la mani, no cabe ni a un euro por participante. Por eso no te preocupes. Nos cargan de razones para seguir en las calles, en lugar de amedrentarnos.
ResponderEliminarSalud!
El problema no es económico, que iremos aportando lo que podamos. El problema reside en esa insana intención de achantar a la ciudadanía para que no exprese públicamente sus críticas y desacuerdos. ¡Ánimo! Seguiremos en las calles y estas actuaciones nos unen más para remar hacia una democracia efectiva y no solo nominal.
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