En la Asamblea Mundial en Salvador de Bahía (Brasil) celebrada en 2008, miembros de la Federación Internacional de Trabajadores/as Sociales decidieron fijar por unanimidad una jornada para la celebración del Día de Trabajo Social, estableciéndose el tercer martes del mes de marzo de cada año. La fecha intenta poner de relieve la labor que ejercen los y las profesionales y su contribución a la consecución de esa justicia social que tan en entredicho está en el mundo en general y en nuestro país en particular.
No corren buenos tiempos para el Trabajo Social, y no exclusivamente por la crisis económica en la que llevamos años sumergidos. Ya antes de que explotase la famosa burbuja inmobiliaria, lo social estaba en una situación complicada; leyes anticuadas, procedimientos obsoletos, excesiva burocratización y falta continua de presupuesto son solo algunos de los palos que han paralizado durante décadas las ruedas del cambio, del cambio social.
La convocatoria anticipada de elecciones en Andalucía no ha ayudado a paliar esta situación: la ley andaluza de Servicios Sociales data de los ochenta, y los meses de trabajo empleados en la redacción de una ley que se ajuste a los tiempos que corren han quedado en standby con la disolución del Parlamento autonómico. Una vez más, con un “quizás más adelante” basta para que sigamos como estamos, y no es de extrañar. Ahora que estamos en campaña electoral, programa en mano las palabras Trabajo Social y Servicios Sociales parecen tabús, o incluso peor: aparecen pero no acompañadas de una sola propuesta que vaya encaminada a reestructurar el sistema público de atención, como mero reclamo.
Sin embargo, el Trabajo Social ha sido y sigue siendo hoy nuestro mejor salvavidas, la herramienta imprescindible de cambio social, pero solo se entiende esta denominación poniendo el foco de atención en la calidad humana de los y las profesionales. Han aguantado recortes de sueldo, reducciones de jornada, despidos, reducción drástica de recursos, y ahí siguen, intactos. Una compañera me explicaba hace unos meses que en el centro en el que trabaja, ante la imposibilidad de ofertar prestación o recurso alguno encaminado a mejorar la situación de los ciudadanos que acuden a reclamar ayuda, han decidido utilizar la escucha como recurso más potente, porque dejando hablar y escuchando, también estamos ayudando.
Los tiempos de las Asistentas Sociales acabaron hace años. Ante el panorama, el Trabajo Social ni ha permanecido ni va a permanecer inmóvil. Siempre ha estado del lado de quienes más lo necesitan, exigiendo derechos universales, atendiendo las necesidades y, cuando le han dejado, previniendo las problemáticas. Lo que queremos poner de relieve este 17 de marzo todas las personas que formamos parte de este mundo profesional o vamos camino de hacerlo, es que el Trabajo Social es algo imprescindible en cualquier estado democrático que aspire a la igualdad de todas las personas que cohabitan en él. Que sin el Trabajo Social, nuestra sociedad está encaminada a ser injusta y desigual.