Me llega a mi muro de facebook esta brutal imagen que he sentido la necesidad de compartir con vosotros. Pasa todos los años, unas veces con cifras más abultadas, otras con menos, pero todos los años, cuando la virgen está de vuelta en la ermita y los rocieros emprenden el camino de vuelta con el sol de frente, en la aldea no solo quedan las basuras de la fiesta: también quedan los cadáveres de caballos muertos.
Las cifras hablan por si solas: 25 en 2008, 23 en 2009, 11 en 2012, 23 en 2013... Las justificaciones de estos inhumanos especímenes en el programa "Andalucía Directo" en 2008 no tienen desperdicio: "Es que si se les da agua al salir, sudan, y se pueden resfriar". Sin palabras.
Unos de agotamiento por largas caminatas sin descanso, otros de sed, pero en el fondo todos por la misma razón: por la inexistencia de una ley que obligue tratar a los animales como los seres vivos que son y no como objetos que se puedan usar hasta que se rompan.
Vergüenza, rabia e ira. Eso es lo que siento al ver por primera vez la otra cara del Rocío. Vergüenza de que esta sea una de las tradiciones más conocidas de Andalucía y esté construida sobre la tortura y maltrato animal. Rabia de que los mismos que le rezan a un ser superior y bondadoso agoten hasta a la muerte a los seres de, según ellos, su creación. Ira, mucha ira contra quienes ven esto año tras año y no se les revuelven las tripas.
Si esto es Andalucía yo gritaré bien alto que no soy andaluz.
EDITO: He decidido iniciar una petición en change.org pidiendo al Ministerio de Medio Ambiente y a la Junta de Andalucía que paren esta matanza. Si a ti también te ha impactado no dudes en firmar aquí.
jueves, 23 de mayo de 2013
lunes, 20 de mayo de 2013
Sistema penitenciario español, ¿Qué estamos haciendo mal?
Es evidente que España, en materia carcelaria está haciendo algo mal. El
número de presos sigue creciendo, el número de reincidentes se dispara, y las
autoridades no están respondiendo como deberían.
El pasado mes de abril aparecía la siguiente noticia:
Esto nos lleva a plantearnos, ¿Qué está haciendo bien Holanda y qué no está haciendo bien España? Echemos un vistazo a las tasas de encarcelamiento de nuestro país:
Países Bajos, un país de 16 millones de habitantes, tiene 12.000 presos encarcelados. España, un país de 47 millones, tiene 76.000. Podemos buscar las causas de estos datos en el sistema penitenciario holandés:
En la década de los 70 un aumento de la criminalidad llevó al gobierno a aumentar el número de celdas. Esto, más por motivos económicos que por motivos de reinserción, llevó en 1989 al gobierno a hacer un cambio en el código penal que permitiera a los jueces a encomendar servicios a la comunidad a las personas que infringieran la ley. Así, en lugar de la privación de libertad y del estigma que conllevaba el ingreso en prisión, los trabajos comunitarios llevaban al usuario a ser reinsertado en la sociedad, y al estado a ahorrar los más de 100.000 euros que cuesta un encarcelado al año.
Está claro es que España necesita un cambio de rumbo en muchos ámbitos, pero sobretodo en el carcelario. Los delincuentes de hoy tienen que ser los que reinserten a otros delincuentes mañana, y no quienes inciten a otros a la delincuencia, y eso no está pasando en la actualidad.
El pasado mes de abril aparecía la siguiente noticia:
Esto nos lleva a plantearnos, ¿Qué está haciendo bien Holanda y qué no está haciendo bien España? Echemos un vistazo a las tasas de encarcelamiento de nuestro país:
Países Bajos, un país de 16 millones de habitantes, tiene 12.000 presos encarcelados. España, un país de 47 millones, tiene 76.000. Podemos buscar las causas de estos datos en el sistema penitenciario holandés:
En la década de los 70 un aumento de la criminalidad llevó al gobierno a aumentar el número de celdas. Esto, más por motivos económicos que por motivos de reinserción, llevó en 1989 al gobierno a hacer un cambio en el código penal que permitiera a los jueces a encomendar servicios a la comunidad a las personas que infringieran la ley. Así, en lugar de la privación de libertad y del estigma que conllevaba el ingreso en prisión, los trabajos comunitarios llevaban al usuario a ser reinsertado en la sociedad, y al estado a ahorrar los más de 100.000 euros que cuesta un encarcelado al año.
¿Por qué España no apuesta por estas políticas? ¿Qué está fallando en el
sistema penitenciario español? ¿Creemos en la reinserción, o solamente la
reflejamos en las leyes porque es políticamente correcto?
Está claro es que España necesita un cambio de rumbo en muchos ámbitos, pero sobretodo en el carcelario. Los delincuentes de hoy tienen que ser los que reinserten a otros delincuentes mañana, y no quienes inciten a otros a la delincuencia, y eso no está pasando en la actualidad.
miércoles, 15 de mayo de 2013
De aquellos indignados estos comprometidos
Dos años hace hoy de aquel 15 de mayo que a muchos cambió la forma en que
tenían construida su mente, su visión y en general la vida. Dos años hace que
nuestro país no es el mismo. Y claro, no podemos negar que el 15M no es hoy lo
que era hace dos años, pero, ¿Significa eso que sea peor? ¿Ha perdido realmente
la fuerza que tenía? ¿Qué ha sido de aquellos “indignados”?
Podríamos decir que el 15M cambió la forma de pensar de miles de personas. Nunca antes se había acuñado el término PPSOE para descalificar respetuosamente al turno de partidos al que estamos sometidos los españoles. Nunca antes se había puesto tan de relieve problemáticas como la sanidad, la educación o la ausencia de democracia en muchos aspectos de nuestro sistema. Nunca antes se había cuestionado la forma en que vivimos, nuestro ritmo de vida ni las cosas a las que les damos prioridad; nuestras reflexiones colectivas se limitaban a la barra del bar, al ascensor o a la cola de la carnicería, y se venían reducidas a la mínima expresión porque tras décadas de supuesta democracia aún pensábamos que confrontar ideas nos llevaría a una segunda Guerra Civil.
El movimiento espontáneo (digan lo que digan tertulianos de guion que nunca han pisado una asamblea) eliminó el miedo de los españolitos a la política y la sacó a las calles lejos de las siglas y el partidismo propios de la campaña electoral en la que estalló, dejando en evidencia a unos candidatos a reelección que ni de lejos estuvieron a la altura de las circunstancias. Quien viviese ese ambiente podrá confirmar que agrupó a gente de un sinfín de ideologías, a cientos de formas distintas de concebir el mundo, y las puso a trabajar buscando objetivos comunes, dando una lección a nuestros “representantes” y enseñándoles que sus “representados” eran mucho más dialogantes que ellos.
Sería de ilusos decir que el 15M cambió el mundo varias semanas de acampadas, como también lo sería negar que sentó los cimientos de algo que, a día de hoy, se sigue construyendo. ¿Qué fue pues de esos quincemayistas? Pues muy sencillo: unos siguieron con las asambleas semanales, otros decidieron fundar otros grupos alternativos de acción (como “Somos Mayoría”, el movimiento promovido por Julio Anguita), otros emprendieron luchas sectoriales (las llamadas MAREAS: verde, blanca, naranja, violeta…). Los hay quienes incluso buscaron formas de vida inusuales y decidieron crear sus propias cooperativas de consumo, que hoy crecen y crecen sumando cada vez a más productores y consumidores unidos por el comercio justo y el respeto al medio ambiente. También los hay quienes, por desgracia, desistieron en la lucha.
No se puede negar que el movimiento despertó conciencias, incluso la mía; hoy no sería portavoz estudiantil en mi facultad si no hubiera sido por ese movimiento llamado “Democracia Real YA!” que me llevó del sofá a la calle. Me atrevería a decir sin miedo a equivocarme que tampoco estaría escribiendo estas líneas de no ser por esas semanas de acampada, por esos meses de asambleas, por esas horas de trabajo por cambiar las cosas a mejor, por esa gente de gran corazón y buena voluntad que me motivaba a destinar mi tiempo a algo productivo.
Si medimos el apoyo del 15M en la asistencia a sus manifestaciones podríamos decir que está prácticamente muerto, pero estaríamos cometiendo un gran error: negar que todas las personas que formaron parte y se implicaron durante meses en la “spanish revolution” no sufrieron cambio alguno en sus vidas cuando su actividad llegó al fin, o mejor dicho, al punto y seguido.
Las personas que coincidimos ese mayo de 2011 no hemos cesado en la búsqueda de las reivindicaciones que nos llevaron a las plazas: auténtica democracia, política al servicio de las personas, búsqueda del bienestar colectivo y mecanismos para que el conjunto de la ciudadanía sea quien decida sobre los aspectos que les afectan, entre otras miles de cosas. Cada día tratan de hacernos ver que estos objetivos están más y más lejos, y es por ello que dos años después es momento de seguir luchando por construir algo de lo que nos podamos sentir orgullosos, un legado digno que dejar a las generaciones futuras.
De norte a sur, de este a oeste, la lucha sigue, cueste lo que cueste.
Felicidades 15M. No dejes de crecer.
Podríamos decir que el 15M cambió la forma de pensar de miles de personas. Nunca antes se había acuñado el término PPSOE para descalificar respetuosamente al turno de partidos al que estamos sometidos los españoles. Nunca antes se había puesto tan de relieve problemáticas como la sanidad, la educación o la ausencia de democracia en muchos aspectos de nuestro sistema. Nunca antes se había cuestionado la forma en que vivimos, nuestro ritmo de vida ni las cosas a las que les damos prioridad; nuestras reflexiones colectivas se limitaban a la barra del bar, al ascensor o a la cola de la carnicería, y se venían reducidas a la mínima expresión porque tras décadas de supuesta democracia aún pensábamos que confrontar ideas nos llevaría a una segunda Guerra Civil.
El movimiento espontáneo (digan lo que digan tertulianos de guion que nunca han pisado una asamblea) eliminó el miedo de los españolitos a la política y la sacó a las calles lejos de las siglas y el partidismo propios de la campaña electoral en la que estalló, dejando en evidencia a unos candidatos a reelección que ni de lejos estuvieron a la altura de las circunstancias. Quien viviese ese ambiente podrá confirmar que agrupó a gente de un sinfín de ideologías, a cientos de formas distintas de concebir el mundo, y las puso a trabajar buscando objetivos comunes, dando una lección a nuestros “representantes” y enseñándoles que sus “representados” eran mucho más dialogantes que ellos.
Sería de ilusos decir que el 15M cambió el mundo varias semanas de acampadas, como también lo sería negar que sentó los cimientos de algo que, a día de hoy, se sigue construyendo. ¿Qué fue pues de esos quincemayistas? Pues muy sencillo: unos siguieron con las asambleas semanales, otros decidieron fundar otros grupos alternativos de acción (como “Somos Mayoría”, el movimiento promovido por Julio Anguita), otros emprendieron luchas sectoriales (las llamadas MAREAS: verde, blanca, naranja, violeta…). Los hay quienes incluso buscaron formas de vida inusuales y decidieron crear sus propias cooperativas de consumo, que hoy crecen y crecen sumando cada vez a más productores y consumidores unidos por el comercio justo y el respeto al medio ambiente. También los hay quienes, por desgracia, desistieron en la lucha.
No se puede negar que el movimiento despertó conciencias, incluso la mía; hoy no sería portavoz estudiantil en mi facultad si no hubiera sido por ese movimiento llamado “Democracia Real YA!” que me llevó del sofá a la calle. Me atrevería a decir sin miedo a equivocarme que tampoco estaría escribiendo estas líneas de no ser por esas semanas de acampada, por esos meses de asambleas, por esas horas de trabajo por cambiar las cosas a mejor, por esa gente de gran corazón y buena voluntad que me motivaba a destinar mi tiempo a algo productivo.
Si medimos el apoyo del 15M en la asistencia a sus manifestaciones podríamos decir que está prácticamente muerto, pero estaríamos cometiendo un gran error: negar que todas las personas que formaron parte y se implicaron durante meses en la “spanish revolution” no sufrieron cambio alguno en sus vidas cuando su actividad llegó al fin, o mejor dicho, al punto y seguido.
Las personas que coincidimos ese mayo de 2011 no hemos cesado en la búsqueda de las reivindicaciones que nos llevaron a las plazas: auténtica democracia, política al servicio de las personas, búsqueda del bienestar colectivo y mecanismos para que el conjunto de la ciudadanía sea quien decida sobre los aspectos que les afectan, entre otras miles de cosas. Cada día tratan de hacernos ver que estos objetivos están más y más lejos, y es por ello que dos años después es momento de seguir luchando por construir algo de lo que nos podamos sentir orgullosos, un legado digno que dejar a las generaciones futuras.
De norte a sur, de este a oeste, la lucha sigue, cueste lo que cueste.
Felicidades 15M. No dejes de crecer.
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