Lectores, aunque más bien, amigos de El mundo desde Almería: aprovechando que acaba este año os quiero mandar toda mi fuerza y mis mejores deseos para que entréis con buen pié en este inesperado 2013.
Este año ha nacido este espacio en la red, que no es nada más que un lugar serio en el que plasmar mi opinión, en el que lo más sensato de mi viene a parar. Llevaba varios años detrás de ser constante en una actividad de este tipo, y al fin lo he conseguido, y por supuesto no quiero pasar por alto que ha sido gracias a vosotros: a todos los comentarios que me habéis dejado, a quienes habéis dado "me gusta" a las publicaciones, a las 2.000 visitas al blog y, como no, a los medios de comunicación que me habéis dado la oportunidad de llevar mi voz mucho más allá de donde podría haberla llevado solo. Mil gracias de todo corazón.
Nadie sabe que pasará en este inminente año que comienza mañana. 2012 ha sido difícil para demasiada gente, y 2013 parece que va a estar, como mínimo, en la misma línea. Por eso, y desde la corriente crítica que trato de impulsar con mis publicaciones, os animo a todxs a que este año sea el año en que por fin las gentes de todo el mundo tomemos las riendas de nuestra vida y nuestro futuro, a que este año no nos dejemos doblegar por ningún órgano de poder, y sobretodo a que este año nigunx de nosotrxs pase a engrosar una de esas horribles listas de 2013: paradxs, desahuciadxs, maltratadxs, suicidios... ¡NADIE!
lunes, 31 de diciembre de 2012
domingo, 23 de diciembre de 2012
Iglesia y Estado otra vez de la mano
La estrecha línea que en nuestra ciudad separa Iglesia y
Administración Municipal ha vuelto a ser franqueada por nuestro alcalde,
haciéndole entrega a la Virgen del Mar del bastón de alcaldesa honoraria de la
ciudad.
Probablemente este trozo de madera, cuya devoción de muchos almerienses merece mi respeto total y que en ningún momento estoy tratando de menospreciar, lo haría mucho mejor que Comendador, más afanado en salir a diario en medios de comunicación locales o en su tarea de senador que en trabajar por y para la ciudad, dotándola de servicios públicos y organizando actividades culturales que den a los almerienses en tiempos de crisis alternativas de ocio que no sean previo-pago, a diferencia de la Escuela Municipal de Música o los gimnasios municipales que primero pagamos y después regalamos a empresas para su explotación.
Y es que esto es así desde que el mundo es mundo. Parece difícil imaginar un acto religioso de relevancia en el que no estén presentes los mediáticos concejales de la capital: desde la chicotá de no sé qué hermandad en semana santa hasta la misa de no sé qué importante obispo de la ciudad.
Yo no puedo evitar preguntarme, ¿Hasta qué punto tienen derecho estos señores de ligar el ayuntamiento de Almería, un ayuntamiento que pertenece a todos sus ciudadanos, a una confesión religiosa? Como agnóstico no puedo evitar sentir pudor cada vez que un político de esta ciudad se ajusta la corbata, pone cara de no haber roto un plato y disimula para que no se note que es consciente de la presencia de las cámaras. Muchos golpes de pecho y muchos valores cristianos que, al igual que la jerarquía religiosa, luego no demuestran en su labor de gestores públicos, en la que ponen más empeño en contentar a sus empresas amigas, mantener su tren de vida o cuadrar las cuentas que en promover el bienestar de la ciudadanía.
Probablemente este trozo de madera, cuya devoción de muchos almerienses merece mi respeto total y que en ningún momento estoy tratando de menospreciar, lo haría mucho mejor que Comendador, más afanado en salir a diario en medios de comunicación locales o en su tarea de senador que en trabajar por y para la ciudad, dotándola de servicios públicos y organizando actividades culturales que den a los almerienses en tiempos de crisis alternativas de ocio que no sean previo-pago, a diferencia de la Escuela Municipal de Música o los gimnasios municipales que primero pagamos y después regalamos a empresas para su explotación.
Y es que esto es así desde que el mundo es mundo. Parece difícil imaginar un acto religioso de relevancia en el que no estén presentes los mediáticos concejales de la capital: desde la chicotá de no sé qué hermandad en semana santa hasta la misa de no sé qué importante obispo de la ciudad.
Yo no puedo evitar preguntarme, ¿Hasta qué punto tienen derecho estos señores de ligar el ayuntamiento de Almería, un ayuntamiento que pertenece a todos sus ciudadanos, a una confesión religiosa? Como agnóstico no puedo evitar sentir pudor cada vez que un político de esta ciudad se ajusta la corbata, pone cara de no haber roto un plato y disimula para que no se note que es consciente de la presencia de las cámaras. Muchos golpes de pecho y muchos valores cristianos que, al igual que la jerarquía religiosa, luego no demuestran en su labor de gestores públicos, en la que ponen más empeño en contentar a sus empresas amigas, mantener su tren de vida o cuadrar las cuentas que en promover el bienestar de la ciudadanía.
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