martes, 13 de noviembre de 2012

Banderas y otras fobias

Siempre he pensado que las banderas solo sirven para dividir. Durante mucho tiempo, he criticado a aquellos que aprovechaban cada movilización para desempolvar banderas que poco tenían que ver con el fin que se buscaba, como es el caso de la republicana o de banderas con la imagen del Ché. Ni que hablar de las banderas sindicales, que además me parecen horribles, todas de plástico, ruidosas, sin intención ni posibilidad de ser reutilizadas debido a su fragilidad y hasta molestas cuando el manifestante de turno se despista  y la deja caer lo suficiente como para que te de en la cabeza o te impidiese la visión del resto de la manifestación.

Hoy mi padre me ha pedido el palo de una antigua pancarta para ponerlo en su bandera republicana. Aunque la tiene desde hace años, nunca la ha sacado en una manifestación; No se si por miedo, por vergüenza o por pereza. Nunca se lo he preguntado. Tampoco le he preguntado por qué este miércoles, por qué en la segunda Huelga General contra el gobierno de Rajoy, por qué en la enésima convocatoria a la que acude.

Ahora me replanteo varias cosas. ¿Y si las banderas no dividen tanto como pienso? ¿Y si esos trozos de tela son nuestra excusa perfecta para hacer visibles divisiones de matices ideológicos que resultan prácticamente insignificantes? ¿Y si en ellos estamos plasmando una serie de complejos inculcados desde nuestro entorno así como desde determinados medios de comunicación a partes iguales?

Nunca he dejado de acudir a una movilización porque hubiese banderas que no me gustasen, aunque haya criticado su presencia. Lo de “Es que hay banderas comunistas/anarquistas/republicanas  y yo no lo soy” nunca me pareció un argumento de peso para reprimir mis ideas y dejar de compartirlas con quienes tienen otras muy similares.

Quizás esas banderas suponen para quienes las portan un estandarte con el que apoyar sus ideas y sentimientos. Quizás tendríamos que pedirnos a quienes muchas veces hemos reclamado eso de dejar banderas al margen “para no dividir” un poco de comprensión. Quizás esas personas llevan muchos años en la lucha y no se plantean salir sin su insignia particular porque la consideran una señal de identidad que, pese a ser un objeto inerte, sustenta un pasado que añoran y un presente que les inquieta. Quizás no deberíamos de alimentar a aquellos que enmascaran todo tipo de prejuicios en esos mástiles. 

Quizás el futuro de los de abajo pasa por comernos el orgullo y hablar frente a frente, poner nuestras mentes en contraposición, sin importar si los colores que ondean al viento son diferentes a los míos. Quizás solo entonces descubramos lo que tenemos en común.

2 comentarios:

  1. Siempre he visto en tus comentarios, pensamientos u opiniones cierto toque de radicalidad que denotan un carácter fuerte acompañado de la vitalidad que aportan los 18...Me ha gustado ver que puedes también seguir luchando por tus ideales desde una visión de moderación. Es difícil llegar a la conclusión de que puedes ponerte frente a alguien y "decirle": quizás piense que eres idiota, o que tus batllas para mi son erróneas, pero admiro las ganas que pones...

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    Respuestas
    1. Me encantaría que hubieras firmado este comentario, seas quien seas, pero respeto que no hayas decidido hacerlo.

      Te agradezco de corazón que me hayas dicho esto abiertamente y sin complejos, ya que me ayuda a reflexionar.

      Un abrazo.

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