miércoles, 22 de enero de 2014

Carta de dimisión como miembro del Consejo de Estudiantes de la UAL

Como muchos de vosotros sabéis, desde que entré en la universidad decidí formar parte de los órganos de representación estudiantil para tratar de cambiar las cosas. Nunca aspiré a ser representante de nadie, sino portavoz de todos, ni tomé parte en decisiones que pudieran comprometer a la comunidad estudiantil.

Una serie de razones me han llevado a tener que dejar mi cargo a mitad de legislatura. Es una decisión que he madurado durante semanas, consultado con gente a la quiero y respeto, y que he tomado por razones fundamentadas y para ser fiel a mis principios.

Con esto no trato de levantar polvareda en torno a la Universidad de Almería ni mucho menos. Simplemente, creo que ninguna de las personas a las que he tratado de defender en este organismo creo que se mereciese que yo agotase mi legislatura y no explicase los motivos por los que estoy tan desligado del CEUAL.

Aquí mi carta de renuncia, mi respeto y mi agradecimiento a quienes han intentado entender mi decisión:

Al presidente del Consejo de Estudiantes de la Universidad de Almería, Fabricio Guido Saquilán Ruffa:
Por medio del presente escrito, deseo transmitirle a usted como presidente del Consejo de Estudiantes de la Universidad de Almería (CEUAL), al resto de miembros de junta del mismo y en especial a todos los miembros electos como representantes de sus facultades sin cargo en el mismo, mi dimisión como representante de los y las estudiantes del Centro Adscrito de Trabajo Social.

Las causas que han motivado mi decisión son las siguientes:
           Primera. La total falta de transparencia en las cuentas y en el presupuesto del CEUAL, siendo el pleno celebrado el pasado jueves diecisiete de diciembre la primera vez en mis casi dos años como miembro electo que he tenido acceso a un informe de cuentas parciales, solo explicando la gestión de los ingresos conseguidos por la propia actividad del organismo y no el presupuesto de en torno a diez mil euros con el que cuenta la institución por parte de la Universidad de Almería, pese a haberlo pedido personalmente y en varias ocasiones en diferentes sesiones plenarias desde octubre de 2012.
            Segunda. La falta de vías de participación no presencial (físicas) con las que considero que una institución principalmente juvenil como la nuestra debería de contar, y la total falta de interés por parte de los miembros de junta del CEUAL de encontrarlas y permitir que todas las voces se expresen.
            Tercera. La total desinformación a la que los miembros que no podemos acudir a las reuniones presenciales no oficiales ni regladas en los estatutos estamos sometidos, no existiendo información periódica a través de correo electrónico u otras vías pertinentes a cerca de los asuntos tratados y las actividades de próxima realización.
            Cuarta. La falta de convocatoria oficial de plenos, único órgano con poder de decisión recogido en los estatutos del organismo, pese a las reiteradas peticiones por mi parte, así como la toma de decisiones relevantes en reuniones informales a las que no han sido invitados todos los miembros electos del Consejo.
            Quinta. La toma de decisiones en reuniones informales (sin la presencia de la gran mayoría de los miembros del CEUAL) en las que se ha comprometido a la institución, tales como el apoyo por parte del organismo, publicitado en redes sociales y medios de comunicación, a la candidatura con motivo de las elecciones a junta de facultad y departamento del pasado curso CONSTRUYE LA UAL, pese a no tener la mayoría de miembros constancia del mismo y suponer una confrontación entre alumnos en determinadas facultades y centros.
            Sexta. La total marginación a la que estamos sometidos aquellos miembros que desde el respeto expresamos opiniones contrarias a las de la actual directiva del Consejo de Estudiantes, y la nula capacidad por parte de esta de tenerlas en cuenta y tratar de buscar acuerdos satisfactorios para todos los miembros, pese a la reciente petición de reforma de determinados artículos de los estatutos que estipulan la toma de decisiones a través de consenso.
            Séptima. La total falta de interés y atención a las necesidades de los alumnos y las alumnas del Centro Adscrito de Trabajo Social, pese a las reiteradas quejas durante el segundo cuatrimestre del curso 2011-2012 y el primer cuatrimestre del curso 2012-2013, que se encuentran en una situación de total indefensión y marginación con respecto al resto de estudiantes pese a ser denominados como estudiantes de pleno derecho de la Universidad de Almería.
            Octava. La descafeinada defensión de los estudiantes que determinados miembros del CEUAL intentan que adopte la institución, más pendientes de contentar a los altos cargos de la Universidad de Almería y evadir las críticas a la gestión de los recursos de la Universidad que estos hacen, que de tratar de canalizar las reivindicaciones estudiantiles pese a que ello suponga la confrontación por parte de la institución con los cargos anteriormente referidos.
            Novena. La falta de reconocimiento generalizado y prestigio por parte de los y las estudiantes a los que este organismo debería representar pese a más de dos años de gestión de unos cargos de junta siempre afines al presidente del mismo.
            Décima. Mi creciente falta de interés en seguir siendo partícipe del Consejo de Estudiantes de la Universidad de Almería por las razones anteriormente citadas así como la imposibilidad de ejercer mis funciones como representantes de más de 400 alumnos y alumnas de Grado en Trabajo Social por los impedimentos que acabo de relatar.

Sin más, expreso mi total deseo de que lo anteriormente expuesto cambie y en un futuro más cercano que lejano el Consejo de Estudiantes de la Universidad de Almería se convierta en un organismo participativo, transparente, igualitario y reivindicativo que canalice los reclamos del estudiantado y del que la comunidad estudiantil de Almería pueda estar orgulloso.

Sirva esta carta como prueba de mi renuncia en el mismo día en que está expedida, y facilítese a todo miembro del Consejo de Estudiantes de la Universidad de Almería que así lo requiera.

A martes veintiuno de enero, atentamente:

Juan de Dios Gómez Montoya.

lunes, 20 de enero de 2014

Rajoy y el concepto de ciudadanía

Decía Rajoy en su reciente entrevista a la carta en Antena 3 que la mayoría de los españoles “cumplieron como ciudadanos” tras los recortes llevados a cabo por el gobierno que encabeza. Y no es la primera vez en estos días que escuchamos palabras similares por su parte, ya que tras la paralización de las obras en el barrio burgalés del Gamonal ya agradeció la “paciencia de la ciudadanía”.

El concepto de ciudadanía es sin duda amplio, y hay que remontarse a la antigua Grecia para hacernos una idea de lo que hoy significa. En la Atenas del Siglo V los ciudadanos eran aquellos hijos de padre y madre atenienses con automático poder para votar y poder ser votados como cargos públicos, además de otras obligaciones y características. Lejos de abrazar el término en el contexto de aquel entonces, que entre otras cosas denominaba a una minoría que mandaba sobre una inmensa mayoría, las sociedades lo han ido transformando hasta encontrarnos en la actualidad ante algo mucho más amplio que “el que habita una ciudad”. La RAE hoy en día no atribuye al ciudadano unas características propias idílicas, pero todo el que se haya cuestionado alguna vez porque la vida es como es y no de otra forma seguro que sí.

Rajoy, como máximo exponente hoy de una España más clásica que del Siglo XXI, abraza un concepto de ciudadanía en el que salirse de los márgenes que otros acotan y opinar a destiempo fuera de una urna de metacrilato no tienen sentido. Un concepto que no contempla otra cosa que acatar, obedecer y asumir, la resignación de pensar que en esta vida unos marcan los tiempos  y otros siguen el ritmo.

Precisamente, la ciudadanía debe ser todo lo contrario. Si le preguntamos a cualquier viandante cuál es el problema que ha originado la actual crisis, encontraremos a muchos que señalarán la corrupción; otros hablarán del ladrillo y la especulación del suelo; algunos mencionarán un sinfín de causas diferentes, causas entre las que probablemente nos cueste encontrar la que yo considero la clave de la cuestión: la tradicional falta de control a quienes hemos encargado la gestión de nuestros recursos, y ese control no es ni más ni menos que tarea de la ciudadanía.

Con esto no quiero decir que la culpa de la crisis sea del que ha asumido que la democracia es votar cada cuatro años, pero no podemos negar que este ha sido el gran agravante de la situación. La falta de vías de participación ciudadana en las instituciones de nuestro país es una realidad, pero quizás si hubiéramos defendido que la ciudadanía era algo tremendamente complejo, y a veces incluso agotador, hoy existirían cauces reales para cambiar las cosas al margen de las siglas partidistas. Quizás si no hubiéramos confiado la gestión de nuestras vidas a unos pocos, hoy no hablaríamos de paro, de miseria, de hambre o de injusticias. Tal vez si hubiéramos sido responsables y hubiésemos adoptado el compromiso de aportar lo que pudiéramos en vez de dejar que otros hicieran por nosotros, hoy estas palabras no tendrían sentido.

El concepto de ciudadanía por el que apuesta Rajoy es el de la masa sumisa que calla ante las injusticias, que empeña su vida para que una casta viva a todo trapo y que interioriza eso de que la corrupción forma parte de nuestro ADN. Nosotros, como ciudadanos responsables, teníamos el deber de ser todo lo contrario, pero nos contaron que eso a lo que llaman política era un tema tabú y decidimos no cuestionarlo. Y conste mi total comprensión a todas aquellas personas que vivieron tiempos en los que tomar la palabra y convertir una queja en los cimientos de un sólido cambio se pagaba con la vida. Comprendo que hoy esas personas quieran vivir tranquilas y repudien de todo lo que pueda causar la más mínima división, pero somos muchas las generaciones que hemos nacido en eso que llaman democracia, y nosotros, lo siento, pero no tenemos excusa.


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