miércoles, 27 de marzo de 2013

La semana santa, mina de oro para los políticos almerienses

Almeriense, cofrade y afiliado del partido popular”. Esa podría ser la bio del twitter del modelo ideal de cofrade en nuestra ciudad. Al menos es lo que desde algunas hermandades y círculos “capillitas” nos hacen creer año tras año. Por suerte la semana santa de Almería lleva detrás el trabajo, esfuerzo y dedicación de cientos de personas que trabajan sin remuneración alguna; personas que por desgracia no ocuparán las portadas de los tradicionalmente comprados periódicos de la provincia.

Año tras año, los políticos de turno ven en la semana santa una mina de oro para asomar la cabeza, darse golpes de pecho y, si queda tiempo, abrazar a algún nazareno con capirote para que quede una estampa digna de portada.

Lo mismo dan la orden de levantar un palio, un misterio o su propio culo de la silla de la tribuna oficial del Paseo (la única cuyo aforo no se ha visto este año reducido) cuando pasa la cofradía de turno. El caso es salir, aparentar y que nos vean, porque lo que no se ve no cuenta y en consecuencia no sirve de nada.

Yo no les voy a engañar: soy un agnóstico convencido que admite sin complejos su afición por la semana santa, por el olor a incienso y por el tintineo de las bambalinas de un palio. Prefiero quedarme con los detalles de una imagen o la minuciosidad de un bordado que pensar en lo que lleva detrás toda esa parafernalia, que cada vez vemos que es menos. Es por ello que me veo obligado a romper un lanzar en favor de la semana santa de Almería y señalar a los “judas” que la tienen secuestrada.

Esta misma mañana conocíamos una noticia inesperada: la Hermandad de Las Angustias remodelaba por completo su itinerario, a menos de 48 horas de realizar su estación de penitencia, debido a que el mismo ayuntamiento que dice estar entregado en cuerpo y alma con la tradición no se había dignado a subsanar los problemas que impedían que la hermandad pudiese cumplir su recorrido por las calles establecidas. Estos eran básicamente quitar un par de pivotes y subir varios cables, a priori nada complejo.

Pero no es la primera de esta semana santa. Después de la penosa imagen de la carrera oficial, que ha visto reducida prácticamente a la mitad el número de asientos ofertados gratuitamente (es decir, pagados con fondos públicos) a la ciudadanía para disfrutar de los desfiles, también nos enterábamos a través de
la Unión de Policía Local y Bomberos de Andalucía-Almería (UPLBA)
de que la propia policía local no dispone de efectivos suficientes para ordenar el tráfico y hacer que la movilidad en la ciudad sea algo más llevadera durante estas tardes de procesiones y caos.

Pero es que al final hermandades y “capillitas” tienen lo que se merecen. ¿Por qué? Por agachar la cabeza cuando el concejal de turno recorre un pasillo de cámaras hasta el martillo de un paso. Por aplaudir cuando el alcalde se acerca a una iglesia minutos antes de que llegue la hora de abrir las puertas. Por vender la semana santa al político de turno y prostituir la devoción de la gente a unas siglas. Por permitir todo lo anterior y luego quejarse desde el anonimato que proporciona la red: tienen lo que se merecen.

viernes, 15 de marzo de 2013

lunes, 4 de marzo de 2013

Reflexiones desde la caja tonta (I): The Walking Dead y la deshumanización de la sociedad

El último episodio de la serie 'The Walking Deadme ha dejado pensativo. La historia trata de un grupo de personas que tratan de sobrevivir en un mundo asolado por una epidemia de auténticos muertos vivientes (o zombies) a quienes solo mueve la sed de sangre humana.

[NOTA: Si no has visto el episodio 3x12 no sigas leyendo]

Llevan unos episodios bastantes deshumanizados, guerrilleros y muy egoístas, pero lo de hoy está en otro nivel. Van tres personas en un coche, el protagonista, una mujer y un niño de no más de 12 años, cuando un mochilero les pide auxilio. Siguen de largo, ignorándolo. Unos metros más adelante se les atasca el coche en el barro, y se tienen que parar a sacarlo. Este les sigue pidiendo ayuda, y un poco antes de alcanzarlos se van. El niño, que a priori por su edad debería ser el que menos entendiese la situación, muestra en todo momento un gesto de indiferencia bastante chocante.

El hecho que más me ha marcado es cuando al final del episodio pasan por la carretera en la que se lo encontraron y hay sangre y vísceras (evidentemente de este) junto a la mochila que portaba en las primeras escenas. Sin mediar palabra estos paran el coche, cogen la mochila, y siguen adelante sin inmutarse.


Y yo me pregunto, ¿Y si mañana una enfermedad asola el mundo (algo no tan improbable), la población se reduce a una mínima expresión y nos vemos en situaciones similares? ¿Llegaríamos al punto de ignorar a gente, dejarla a su suerte y no inmutarnos ante una muerte que podríamos haber evitado siendo un poco humanos? Es más, ¿Es algo que ha pasa en nuestro mundo, que ha pasado siempre en nuestra sociedad? ¿Actuamos de igual manera, aunque con diferentes formas, con personas en nuestras ciudades o con personas de países con menos suerte que el nuestro?

Quiero pensar que frente al odio, al egoísmo, al todo por sobrevivir, las personas somos capaces de sacar nuestro lado más humano. De hecho, he de reconocer que otras escenas de esta misma serie representan todo lo contrario a lo que esta en concreto muestra. Lo que no puedo evitar pensar es que incluso esta ficción, en principio descabellada, guarda cierta relación con la realidad en muchos de sus aspectos.

                                     
Parte de la escena anteriormente referida
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