Vivo en
Oliveros desde que nací. Bueno, en Oliveros-Mediterráneo. Mucha gente piensa
que Oliveros es sólo el parque, pero los que somos de aquí llamamos así a toda
la zona comprendida entre la Rambla y la Comandancia, que hay que reconocer que
es bastante peculiar; tenemos una biblioteca, los Ministerios, una estación y
varios bares, de esos de toda la vida. Y claro, como en todos los sitios, en
Oliveros hay gente muy buena, pero también gente mala. Hay gente que trabaja
duro por sacar a sus familias adelante, gente que vino hace años a este país en
busca de una vida mejor. Y también hay gente egoísta que lo único que quiere es
vivir su vida bien, sin importarle cómo vivan los demás.
Hace unos
días saltaba a los medios la noticia de que el Ayuntamiento incluirá en los Presupuestos de 2016 el vallado del Parque de Oliveros. ¿El motivo? “Dar
solución a la degradación del entorno”. Al parecer, un número indeterminado de
gente, autodenominados los vecinos, han decidido emprender una cruzada contra
las personas que ocupan algunos bancos de este espacio público durante el día y
la noche y que señalan, palabras textuales, como los culpables de la
insalubridad en la zona.
No es la
primera vez que estos vecinos intentan solucionar los problemas que afectan al
barrio. Desde hace varios años llevan a cabo una importante campaña contra la
inmoralidad exigiendo a las prostitutas que suelen merodear por la calle José
Artes de Arcos que abandonen su profesión, o por lo menos que cambien de
entorno de trabajo. Estos vecinos no se han preocupado nunca por investigar las
causas por las que estas chicas están en la calle, ni tampoco han intentado
descubrir si lo están por su propia voluntad. Ellos simplemente quieren que se
vayan, cuanto más lejos mejor. Aunque, y no es por ser mal pensado, quizás
permanecen en el entorno donde más clientela tienen. Digo yo.
Como era de
esperar, la respuesta por parte del Consistorio va en la línea a la que nos
tienen acostumbrados en los últimos años; llevamos tiempo contemplando la
sustitución de los bancos de la zona centro por los conocidos como bancos
anti-vagabundos, que tienen una separación en la mitad para evitar que nadie
pueda tumbarse. También hemos asistido a la desaparición sin previo aviso de
los bancos de la Plaza del Educador, habitualmente frecuentados por sintecho.
Sin sitio donde sentarse, no se acaba el problema pero se va a otra parte en la
que molesta menos, y además se contenta a una parte de la ciudad, una parte no
demasiado numerosa, pero que vota cada vez que tiene la oportunidad. De eso va
la cosa.
No habrá más
vigilancia en nuestros parques. Tampoco se pedirá a los Servicios Sociales que
se interesen por la situación de estos “indeseables”. Y ni por asomos se
aumentarán las plazas del Centro Municipal de acogida; Sería un gasto de
recursos inútil, porque al fin y al cabo el trato a las personas sin hogar ha
sido siempre una asignatura pendiente para nuestro país, y no lo vamos a
cambiar desde Almería. ¿Para qué intentarlo?
Es desolador
que haya a quien le moleste más el hecho de que se ejerza la prostitución en
sus calles que el que una mujer se vea obligada a mercadear con su cuerpo para
subsistir. Realmente desolador que pueda resultar más incómodo que alguien
“utilice el Parque como su domicilio particular” que el que no tenga un hogar
al que ir. Enjaulando nuestros parques podremos disfrutar de la comodidad de
una realidad paralela en la que las cosas que están mal no las ven nuestros
ojos. Eso es, sin duda, mucho mejor que asumir que siendo incapaces de apartar
nuestros prejuicios ante la presencia de un ser humano que atraviesa una
situación complicada, hemos fracasado como sociedad.