Si hace un año escribía antes del comienzo de la Feria de 2013 “ya ni huele a Feria”, a mitad de esta nueva edición podríamos decir que los almerienses ni siquiera se han enterado de que su ciudad está de semana grande.
La “más almeriense”, título con el que Comendador quiso calentar motores los días previos, se presuponía una Feria de recuperación de tradiciones, abarrotada de refajonas y volviendo a llenar de color los barrios más alejados del centro, pero programa en mano se hace difícil entender el aumento de 100.000 euros en el presupuesto de este año, que parece que ha dado para rescatar la cabalgata del primer día, la portada de Puerta de Purchena y poco más.
ASHAL ya denunciaba hace unas semanas la negativa del Ayuntamiento de conceder licencia a dos ambigús más que habrían ampliado el medio día en la parte alta del Paseo, que no cuenta con ninguno desde hace años. Finalmente han sido 9 los instalados, pero todo apunta a que con la bicefalia que caracteriza a la fiesta diurna desde el cambio de recinto, el consistorio no tiene gran interés en aumentar la afluencia en el centro, por lo que exceptuando los días grandes la Feria seguirá a medio gas. La doble localización del medio día no parece fruto de la casualidad, sino de una estrategia para que, al igual que en Sevilla, toda la fiesta se concentre en un recinto acotado, suponiendo su organización muchos menos quebraderos de cabeza.
Ya de noche, después de pagar 1,30 euros de autobús, 4 euros de parking o dar vueltas con el coche hasta que se aparezca la Virgen del Mar (que para eso las fiestas son en su honor), un recinto cada vez más despoblado invita a pensar que algo debe de estar haciéndose mal cuando las asociaciones y empresas que se atreven a plantarse en la Vega de Acá por primera vez no suelen repetir al año siguiente. Partidos políticos y medios de comunicación parecen ser los únicos que resisten año tras año, aunque no se sabe si por negocio o por tradición.
Y llegados a este punto le da a uno por plantearse si no fue un grave error alejar la Feria del corazón de la ciudad; si el moderno y bien equipado recinto ferial no se ha quedado grande de más y está provocando que los almerienses cada vez reconozcamos menos nuestra Feria. Pasan los años y solo el olor a algodón de azúcar, los turrones, la patata completa o el vinillo dulce con barquillo permanecen como esencia propia de la semana que marca para los legañosos el final del verano (aunque en septiembre haga incluso mejor tiempo que en agosto).
La feria de todos los almerienses se está apagando, y es nuestro ayuntamiento quien tiene en su mano que uno de los mejores escaparates que tenemos para proyectarnos al exterior acabe siendo algo residual o se convierta en la única semana al año en la que podemos evadirnos de nuestros muchos problemas; para la primera opción solo tienen que seguir por este camino, para la segunda es urgente y necesario que la implicación de Asociaciones de Vecinos vaya más allá de llenar una carroza de niñas vestidas de faralae.